Que se venda más barato no significa que vaya a ser mejor. O, al menos, no solucionará el problema auditivo de la persona que compra. Eso pasa cuando buscamos en Internet para comprar un producto. Cuando nos dejamos guiar por una recomendación de alguien cercano. O cuando agravamos nuestra pérdida auditiva pensando que estamos dándole solución al problema.

Hay que partir de una base: un amplificador de sonido NO es un audífono. Ni se le asemeja. No es recomendable comprar «audífonos» por internet; lo ideal es pasar por un centro auditivo especializado que valore el nivel de pérdida o el problema que presenta el paciente. Amplificar no es sinónimo de ayudar.

Para comprender bien las diferencias, hay que comenzar indicando que el audífono es un producto sanitario, mientras que el amplificador es un aparato electrónico, ya que lo que hace es amplificar todos los sonidos que recoge, sin distinguir entre graves o agudos y sin valorar la pérdida auditiva de la persona oyente.

Asimismo, el audífono, a diferencia del amplificador, cubre la deficiencia auditiva del paciente y está adaptado a su nivel de pérdida. Es por ello que un mismo audífono no puede ser usado por dos personas distintas, ya que cada uno tiene la configuración necesaria para cada persona.

Por el contrario, un amplificador no es recomendable en casos de pérdida auditiva, ya que el usuario escuchará todos los sonidos a un volumen más alto, sin distinguir entre graves y agudos. Ruidos como el motor de un coche, el aire acondicionado o el portazo de una puerta se elevarán a tal intensidad que la persona no podrá soportarlo.

Imagen de un audífono de última generación (izq) y un audífono antiguo (similar a un amplificador)

Procedimiento de adaptación

El audífono requiere realizar un estudio auditivo para una correcta adaptación. Su función es más compleja y, a la vez, más completa que la de un amplificador, que no cubrirá la pérdida e, incluso, puede llegar a empeorarla.

Muchos pacientes, al acudir a un centro auditivo especializado, busca la cercanía y la certeza de que los audífonos van a solucionar «su problema». Esta tranquilidad la proporciona, también, la garantía con la que cuentan los dispositivos, de hasta tres años. Un amplificador no requiere ni audiometría ni garantía ni servicio de reparación en caso de avería.

Otra de las diferencias de estos dispositivos es el tiempo de uso. Mientras que un audífono se recomienda tenerlo puesto todas las horas que el paciente esté activo, el amplificador es de uso esporádico. Están diseñados para ser utilizados por un tiempo breve. Su uso prolongado puede provocar daños en el oído.

Hay que tener cuidado a la hora de comprar productos por internet. Muchas personas han comprado un amplificador de sonido pensando que era un audífono. A la larga, el deterioro del oído y de la pérdida auditiva irá a más.

Es por ello que es muy importante acudir a un centro auditivo especializado para conocer el problema de primera mano. Para buscar la mejor solución para la pérdida auditiva y para seguir con una vida plena, pero con la diferencia de escuchar y entender mejor.

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